Desde hace décadas la imaginación del hombre ha fantaseado con la posibilidad de que alguna vez la tecnología sea capaz de desarrollar autómatas capaces de matar. Desde que a principios de los años 40 Isaac Asimov formulase sus famosas leyes de la robótica muchos han sido los relatos, tanto en libros como en películas, en los que aparecen robots asesinos con licencia para matar a seres humanos, y sobre todo con capacidad para tomar esa decisión. No hay que irse muy lejos para encontrar dos referentes que fueron auténticos iconos de los años 80 y aún hoy perduran, como son las sagas de Terminator y Robocop, por nombrar algunas de las más conocidas.
Y lo cierto es que hoy en día ya existe la tecnología capaz de crear robots capaces de matar a personas, aunque estos todavía no se hayan inventado. Por eso hay investigadores que llevan años dando la voz de alarma para que la comunidad internacional reaccione y prohíba su fabricación antes de que esta ni siquiera tenga lugar. Las Naciones Unidas abordaron este asunto por segunda vez el pasado mes de noviembre en Ginebra durante la Convención de Armas Convencionales, con el objetivo de seguir acercando posturas entre los diferentes países y llegar a un acuerdo en este sentido en un plazo razonable.
Ya existen armas automáticas o dispositivos de defensa que funcionan sin intervención humana, como el escudo antimisiles de Israel o los drones con los que se bombardean objetivos militares situados a miles de kilómetros de distancia respecto a los centros de control desde donde se operan. Incluso ya hay media docena de países que están investigando el uso de armas con capacidad para actuar de forma autónoma (aunque todavía sin capacidad para matar). Por ello parece sensato empezar ya en estos momentos a plantear estas cuestiones, que hace solo unos pocos años habrían podido parecer disparatadas.
El principal escollo que todavía debería salvar la tecnología para poder desarrollar un robot soldado plenamente funcional es el de la inteligencia artificial. A fin de cuentas dejar en manos de una máquina la decisión de matar o de perdonar una vida es una idea que produce escalofríos, aunque también hay quien defiende que sería mejor tener ejércitos de robots que se matasen entre ellos, en lugar de ejércitos de humanos.